No hay un protocolo fijo, a diferencia de otras fiestas, para celebrar el Día del Padre, aunque la tradición ligada al santoral da algunas pistas. Porque la onomástica de San José es día de precepto según la Iglesia Católico, algo que se repite pocas veces. Además de los domingo, solo son diez los días de precepto, entre los que se encuentra el día de San José, padre (putativo) de Jesús. 

Así, los buñuelos de San José es un postre muy añejo que resulta idóneo para la ocasión y que, sin duda, debe formar parte de las recetas especiales para el Día del Padre. Dice la leyenda que su nombre viene del término puñuelo, la que estas bolas de masa se elaboran con los puños, en concreto de los romanos. 

Su preparación requiere algo de maña pero es accesible a todo aquel que se considere algo cocinillas, aunque también se pueden comprar para la ocasión. Sin duda, el mejor dulce para terminar una comida o cena de Día del Padre con recetas como las que sugerimos a continuación. 

Carne de la buena para papá

Si bien las carrilleras de cerdo, más aún si son de cerdo ibérico criado en nuestras dehesas, son un manjar nada desdeñable, es cierto que las auténticas carrilleras, las preferidas por los amantes de esta carne cocida a fuego lento, son de ternera. Y si tienen un punto de chocolate que aporte la untuosidad que las hace irresistibles, mejor que mejor. 

Las puedes disfrutar a mesa puesta, como las suculentas carrilleras que preparamos en Casa Emiliana, con las mejores carnes rojas, o prepararlas tú mismo siguiendo una de las muchas recetas que encontrarás en internet. El secreto: el tiempo. Cuanto más tardes, en cocinarlas, más tiernas y jugosas quedarán. Tu padre apreciará esa dedicación.

Otra receta para el Día del Padre, de carne clásica y con su toque old school, es el solomillo Wellington, que puede ser de ternera o de cerdo, también. Un platazo para disfrutar toda la familia que en los países anglosajones se suele consumir en Navidad, pero que se puede adaptar perfectamente para el Día del Padre. Carne de la buena, envuelta en hojaldre y con su correspondiente duxelle, a base de chalotas y champiñón, que sin duda emocionará a tu progenitor en cuanto la pruebe. 

Como un buen steak tartar, la quintaesencia de la carne. Aquí sí que necesitamos las mejores viandas, partidas a cuchillo, nada de máquinas trituradoras, y el mejor aliño a nuestro gusto. Fácil de preparar y muy resultón, con un vino potente, un Toro, por ejemplo, también le encantará al mejor padre del mundo. 

Pero si de verdad no quieres fallar, apuesta por una buena pata de cordero acompañada de sus patatas panaderas. Un acierto seguro.

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Una buena mariscada nunca está de más

Por suerte, en pleno siglo XXI, no hace falta jugarse el tipo en arriesgados acantilados para hacerse con unas buenas nécoras, unos sabrosos percebes o unos estupendos centollos. 

Productos para chuparse los dedos como bogavantes, bueyes de mar, carabineros, centollas, cigalas, gambas, gambones, langostinos tigre, navajas o zamburiñas. Y que no falte una buena docena de ostras con un vino blanco francés como puede ser un Jurançon Sec, especialmente recomendado para disfrutar de estos suculentos moluscos bivalvos.

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Tu padre se merece un buen arroz

Y en tan señalado día una opción más recomendable es un arroz al gusto del consumidor, en este caso, el padre de la casa. Por aquí sugerimos cómo preparar un inolvidable arroz caldoso con bogavante, sin duda una de las recetas para celebrar el Día del Padre con la que se acierta seguro. 

Un detalle que sabrá apreciar, como también los arroces que preparamos con mimo en nuestros fogones: arroz a banda, arroz del señorito y, por supuesto, la verdadera paella valenciana de pollo y conejo. Bon profit! 

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Y si a tu padre le tira el mundo italiano, anímate a preparar los auténticos carbonara. El ingrediente fundamental y más difícil (pero no imposible) de conseguir es el guanciale. El queso pecorino se encuentra en muchos supermercados y lo demás lo tienes a tu alcance.

El reto es conseguir esa crema amarilla de huevo, queso y pimiento, perfumada con el toque del guanciale, la parte de la mejilla del cerdo, más jugosa que la panceta o el beicon tradicional. Ah, ¡y no llevan nata! 

Una receta accesible, con un toque diferente, entrañable, y de las que sacian el estómago y el alma. ¿Maridaje? Un buen Chianti le va de perlas.

Y si no te apetece cocinar, siempre puedes darte un homenaje con tu padre en Casa Emiliana, ¡os esperamos!

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