El dicho de «no es más limpio es que más limpia sino el que menos ensucia» es válido también para cuestiones de dieta y regímenes de adelgazamiento. Parafraseando ese refrán, se podría decir que no está más delgado el que menos come, sino el que se alimenta mejor.
Aprender a comer bien se antoja por tanto el camino más recomendable para no solo lucir un cuerpo más esbelto como para poner a raya cualquier amenaza contra nuestra salud. Descubrir los trucos sobre cómo comer sano supone abrazar unos nuevos hábitos de vida lejos de las dietas milagro y los secretos revolucionarios para perder peso. Al contrario, se trata de una estrategia a largo plazo, que podemos incorporar progresivamente, casi sin esfuerzo, y que con el tiempo, entonces sí, ofrecerán resultados milagrosos y revolucionarios.
Evita los alimentos tóxicos
Así como hay personas a las que les pesa tan dura etiqueta, y que conviene mantener lejos, pasa algo parecido con cierto tipo de productos que no deberían formar parte de nuestra dieta. O que deberíamos consumir solo en contadas ocasiones, como algo excepcional, festivo, pero desde luego no una norma.
Es el caso de los alimentos procesados y ultraprocesados. Son aquellos productos que menos se parecen a lo que nos ofrece la naturaleza. Si bien un tomate cogido de la huerta sería el alimento menos procesado, sobre todo en aquellos cultivos de compromiso ecológico, una pizza congelada, preparada para ser preparada a golpe de microondas, sería uno de los más procesados.
No pasa nada por comer de vez en cuando unos rollitos de primavera congelados, pero las afecciones a la larga, si se consumen en exceso, pueden ir desde problemas cardiovasculares, propensión al cáncer, obesidad mórbido y un aspecto que no se comenta tanto, pero que no deja de ser preocupante, como la predisposición a desarrollar depresión y a pensamientos negativos. Esto tiene un efecto perverso, ya que alimenta el bucle de la mala alimentación, lo que explicaría, en parte, los altos índices de obesidad mórbida en países como Estados Unidos.
Si bien son atractivos a primera vista, como pasa de un modo no muy distinto con las drogas, estos alimentos también dejan una importante ‘resaca’. Tanto física como psicológica, por lo que descubrir que comer sano anima el espíritu es también una de las razones para meterse en el grupo de los que comen bien.
Controla el consumo de hidratos de carbono
En países como Italia, tradicionales consumidores de espaguetis, macarrones y lasañas, es decir, de los carbohidratos que contiene la pasta, les resultará más difícil cumplir con este consejo. Claro que nadie ha dicho que no se deba comer carbohidratos; de hecho, sería peligroso dejar de comer este tipo de nutrientes, lo que no significa que se pueden controlar e incluso reducir.
Las dietas bajas en carbohidratos están recomendadas para perder peso, pero deberían realizarse bajo la tutela de un experto nutricionista para evitar efectos secundarios, como la pérdida de fibra que resulta de no comer estos alimentos. Por ejemplo, limitar su consumo a la comida central del día puede ser una buena idea para evitar la sensación de pesadez que viene de determinados alimentos ricos en carbohidratos, como el pan y todos sus derivados, el trigo, el maíz, los cereales, etc. Una pesadez, por otra parte, real, ya que estos productos engordan más que, por ejemplo, una ensalada de lechuga, con brotes de soja, quinoa y unas rodajas de pepino.
Limitar el pan a una sola ingesta diaria, en la hora del desayuno, en forma de tostada, es una buena idea también para mantener a raya la dosis diaria de carbohidratos. Quedará después gestionar las proporciones de proteínas y grasas que nos llevamos a la boca, los otros dos de los tres nutrientes esenciales de nuestra dieta.
Abraza la dieta ‘plant based’ y los productos antioxidantes
Parece que si el binomio es en inglés tiene mayor pegada. Y algo de eso hay, ya que nos hace fijar más la atención en algo que podríamos traducir como dieta basada en alimentos de la huerta. La fórmula clásica de la dieta mediterránea también serviría, pero en este punto nos centraremos sobre todo en aquellos productos vegetales que no deben faltar en la filosofía del comer bien.
Porque los productos con antioxidantes son lo contrario a aquellos tóxicos: alargan nuestra vida, nos alejan de infartos, ictus y demás complicaciones del sistema nervioso y sanguíneo, así como prevenirnos de afecciones cotidianas como catarros, gripes y demás enfermedades de baja intensidad.
Reforzar el consumo de frutas, verduras y legumbres, y alimentos que contienen antioxidantes, ya que previenen la formación de radicales libres que no traen nada bueno (envejecimiento prematuro, problemas en el sistema nervioso, dificultades cardiovasculares y es probable también que fomenten la aparición de distintos tipos de cáncer).
Comer este tipo de alimentos en su versión más cruda también deberían figurar en el Manual del Buen Comer. Los expertos sostienen que comer productos crudos ayuda a las digestiones (pese a lo que podría pensarse), aporta vitalidad y ayuda a retrasar el envejecimiento. Y si a todo eso le añadimos miel, podemos prepararnos para vivir cien años. O lo que nos echen.
¿Dónde? En Casa Emiliana comerás rico, comerás sano, te sentirás bien.