Para desayunar: 300g de hojas amargas, y de cena: 150g de corteza; 20 piezas de fruta; un puñado de larvas y algo de carroña, si quedara.
No es el nuevo menú de otoño… Es la dieta aproximada diaria de nuestros parientes los chimpancés y nos diferencia de ellos, aparte de razones obvias, la capacidad de cocinar nuestros alimentos.
¿Te has preguntado alguna vez, en qué momento de la historia de la humanidad descubrimos el poder de las brasas?
Pues sigue leyendo porque vamos a tratar de poner algo de luz.
Alrededor de la hoguera
Los restos fósiles encontrados apuntan a que nuestro antepasado directo, el Homo erectus ya controlaba el fuego hace al menos 1 millón de años.
Como guionistas antropólogos podríamos imaginar el lugar de los hechos de la siguiente manera:
Situemos a una familia tradicional Homo erectus alrededor de la hoguera…
A alguien, así sin querer, se le cae una pata de mamut al fuego. Todos gritan asustados y discuten: « ¡Quítala tú!» « ¡Yo no la toco, que me abraso!» Entre dimes y diretes pasan los minutos y un agradable aroma va invadiendo la cueva (es la reacción de Maillard, que luego te contaremos). La abuela arranca un trocito de carne, lo saborea y exclama, «¡Oh my God! ¡Acabamos de inventar la barbacoa!»
Seguramente bailarían con gran alborozo, aunque de eso no tenemos constancia.
¿Qué pasó después?
Y surgió la parrilla
Siglos después perfeccionamos el arte de la brasa y corren varias leyendas sobre el origen de la parrilla.
Algunos dicen que se inventó en Francia a manos de un herrero que fabricaba las rejas del castillo de un conde tacaño y como no quiso pagar el excedente de fierro, acabaron empleándolo para hacer el primer asado de la historia.
Otros cuentan que la primitiva parrilla, tejida con raíces verdes, es propiedad intelectual de los “taínos”, una tribu del Caribe. Y por último, se dice que la barbacoa moderna la fabricó un preso uruguayo con la puerta de su celda en 1832.
Fuera como fuese, la realidad es que sin cocinar los alimentos nos seguiríamos pasando más de dos tercios del día masticando raíces, como nuestros colegas los chimpancés.
El control del fuego y sus aplicaciones nos cambió la vida, el comportamiento y posiblemente nuestra genética.
Y el tal Monsieur Maillard , ¿qué pinta en esta historia?
Más de lo que crees…
Le debemos al químico Louis-Camille Maillard la explicación de que apreciemos unos alimentos antes que otros y la reacción que él observó es tan compleja que todavía se sigue estudiando.
A grandes rasgos demostró que al cocinar se produce una reacción entre azúcares y aminoácidos que hacen que el pan recién horneado, la carne asada o las patatas fritas adquieran ese aroma y apariencia tostada tan apetitosa.
Arte en tu mesa
La combinación de la madera quemada, el humo y los jugos de los alimentos llega a su perfección al cocinar sobre ascuas y de ahí que siga siendo una de las formas más apreciadas en algunos de los mejores restaurantes del mundo.
Por todo ello te invitamos a saborear nuestro “Lomo de vaca vieja de la sierra de Guadarrama al carbón con dados de patatas al ajillo y pimientos de Padrón”, y descubrirás que cocinar a la brasa es un arte y un motivo placentero para reunirte con tus amigos.
¡Te esperamos!