Comemos con los ojos. Antes de que llegue a nuestro paladar el primer bocado ya hemos probado un poco con la mirada, y por eso, al igual que se mima el proceso de cocinado, es fundamental que la presentación final de los platos sea atractiva e incite a que sean degustados.
Para ello, hay que tener en cuenta una serie de factores clave para que tus comensales queden encantados.
Reglas básicas del emplatado
En primer lugar, es importante conocer de qué tipo de celebración se trata y en qué lugar se va a llevar a cabo. De hecho, puede ser inspirador y sugerirte una identidad determinada para la presentación. No es lo mismo un entorno tradicional con alimentos contundentes (como un cordero, judías blancas o sopa castellana) que un espacio abierto y minimalista con comida más ligera (alguna sopa, ensalada…).
Por otro lado, se debe dar importancia al tipo de vajilla, ya que esta puede ser circular, cuadrada, rectangular, triangular… Y las hay de múltiples materiales (metal, madera, porcelana o cristal), y colores (con brillo, mate, estampados…). ¿Y por qué es importante todo esto? Muy sencillo, porque influye en el aspecto de la presentación y puede llegar a arruinar el mayor de los manjares. Imagina que pones una salsa oscura sobre un plato de color negro, no va a destacar en absoluto.
Equilibro y armonía en el emplatado
Siguiendo con el color, hay estudios que aseguran que este influye en el sabor de los alimentos y que su percepción hace que nuestro gusto por el producto en cuestión cambie.
Así, por ejemplo el verde, dicen, resulta más desagradable, el azul “quita el hambre” (por eso aconsejan los platos de ese color cuando se está a dieta). Y en cambio, el amarillo y demás colores claros abren el apetito.
Nota importante, los productos deben tener su color natural, es decir, si el brócoli es verde, deberá presentarse verde, y no un verde musgo.
La altura y dimensión
Esta es una de las normas más recientes en el montaje. El objetivo no es otro que darle un aspecto arquitectónico, una alternativa de enfoque. No obstante, tampoco hay que excederse y hacer una torre que acabe siendo inestable y quede esparcida por el plato. Colocar algún elemento decorativo como una teja, brotes u hojas que le otorgue altura y volumen es una buena opción, siempre y cuando tenga un sentido, dé sabor al plato y no esté puesto por poner.
Lo que no debes hacer en el emplatado
La elección la vajilla, como hemos mencionado, es fundamental. Cuidado con las vajillas negras, ya que no deja resaltar siempre los colores y texturas.
Cuidado también con las salsas, porque tienen diferentes texturas y en función de estas, se requiere de un tipo de vajilla. Así, por ejemplo, las tablas de pizarra son ideales para postres, pero no para helados porque, al derretirse, desbordan el plato.
Tampoco ayuda el decorar con elementos no comestibles o sin sentido, es decir, no queda bien añadir cilantro para decorar si el plato no casa con ese producto ni con su aroma. Hay que incorporar ingredientes que decoren y tengan colores que encajen, pero que no le hagan perder su sabor.
Y, por último, recuerda que menos, es más. No por meter más cosas en el plato va a tener mejor aspecto. No te obsesiones por rellenarlo a toda costa, porque no hay nada peor que hacer un plato combinado.
Después de estos consejos, ha llegado el momento de que sorprendas con tus dotes culinarias. ¡Que aproveche!